Ya ha llegado el verano y lo ha hecho a lo grande: una ola de calor. El verano siempre lo asociamos a momentos de disfrute y diversión. Sin embargo, también es momento donde la protección es clave y más cuando desempeñamos nuestro trabajo al aire libre. Una exposición prolongada al sol puede tener unos efectos muy dañinos tanto a corto, como a medio y largo plazo.
Básicamente están los efectos dañinos directos producidos sobre la piel. La radiación UVA, que a corto plazo produce el bronceado, a largo plazo genera el envejecimiento prematuro de la piel (aparición de manchas, más arrugas y sequedad de piel y flacidez cutánea entre otras consecuencias). Cuanto mayor y más prolongada sea la exposición al sol, más pronunciados y antes aparecerán los efectos negativos. Utilizar filtros solares es una forma sencilla de poder minimizar los riesgos. También se pueden producir afecciones en los ojos o incluso cáncer de piel.
Para seleccionar los filtros solares debemos conocer el tipo de piel que tenemos, así como conocer nuestra sensibilidad al sol y el tiempo que nos podemos exponer sin riesgo a quemaduras. También influirá nuestra edad puesto que las pieles maduras (especialmente a partir de los 50 años) son más sensibles a las radiaciones por lo que se necesitará un factor de protección de más de 30.
No hay que olvidar que desde que nacemos poseemos un «capital solar» genéticamente establecido que no debemos superar si no deseamos presentar prematuramente los efectos dañinos de la radiación solar. Por esto, es fundamental incorporar medidas preventivas en los trabajos al aire libre:
Realizar trabajos organizativos de los horarios para intentar minimizar el tiempo de exposición prolongada (rotación por ejemplo) especialmente en las horas de mayor radiación comprendidas entre las doce y las cuatro de las tarde.
Utilizar un producto de protección solar para profesionales se aplicará media hora antes de la exposición al sol, con la piel limpia y seca. En casos de insolación elevada conviene utilizar una indumentaria adecuada (y si tiene factor de protección aún mejor) que incluya unas gafas de sol y un sombrero o gorra.
Debe renovarse frecuentemente la aplicación (aproximadamente cada 2 horas) y cada vez que la persona se introduzca en el agua.
Incluso si nos encontramos en la sombra o el día está nublado, es necesario una protección adecuada (las nubes no bloquean el paso de los rayos ultravioleta).
El riesgo de presentar quemaduras en la alta montaña o el mar abierto es elevado.
Beber frecuentemente agua, aunque no se tenga sensación de sed.
Proteger zonas sensibles como labios y nariz con productos específicos.
La arena y el césped reflejan los rayos solares y esto hay que tenerlo en cuenta porque aumentan sus efectos nocivos sobre la piel y el riesgo de presentar quemaduras.
En resumen, se deben llevar los EPI's adecuados frente a este riesgo: gafas, protector de cabeza y cuello y protección solar. Contar con espacios de sombra y alternar tiempo al sol con tiempo a la sombra durante nuestro trabajo son claves para evitar problemas en nuestra jornada laboral y, sobre todo, en nuestra salud.